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Ismael Serrano en Córdoba: Canciones eternas para cambiar el mundo

Por Juan José Coronell

Especial para Fm Top

 

Ismael Serrano llegó a Córdoba en el marco de su gira “Seremos”, para combinar un festejo doble: el de su último disco, homónimo de este espectáculo y sus 25 años de carrera. El pasado viernes 22 de julio, en la primera de sus funciones que terminarán en el Teatro Ópera los días 5 y 6 de agosto, Quality Espacio repleto festejó con él y a él…

Pasaron quince minutos de las 21 hs cuando las luces se apagaron y encendieron los primeros aplausos. Un escenario más despojado de producción presagiaba lo que se vendría: un espectáculo donde la producción estuvo en el contar las historias, más que un show. Un concierto que tiene mucho de teatro, de una faceta actoral que Ismael se permite incursionar y que hace, de ese modo, que sus canciones lleguen más directo a un público que lo esperaba con ansias, profundizando esas ganas con una pandemia de por medio.

“No soy el cantautor que vino a ordenarte la vida” es lo primero que sale de su voz y es sobre lo que pregunta otra voz que se cuela en la sala. Es Sandra (hecha por la actriz Elena Ballesteros) la ficticia periodista que va a entrevistar a Ismael en la visita a un informativo vespertino para hablar de su gira, de su disco, del futuro, del fracaso y del amor…

 

 

Reivindicar lo vivido

Pasaron 25 años desde que “Atrapados en Azul” salió al mundo y que el mundo conoció al autor de estas canciones. En sus bodas de plata de carrera, Ismael pareciera querer responder a preguntas que se le han hecho hasta el cansancio y que seguramente él se las hizo. Entre tema y tema fue hablando con una periodista que iba al hueso, mientras que él entre canción y canción nos calaba los nuestros, con sus respuestas hechas canciones y sus historias hechas emociones, ayudado por un piano y un violoncello.

Luego de la primera canción se sincera y responde a las preguntas: “Empecé en la música sabiendo más lo que quería no ser. Pero ‘No soy’ quiere quitar la idea del cantautor solemne o dueño de una verdad absoluta, o la del salvador o eterno perdedor”. Esa identidad que pareciera no ser muy clara pareciera echar luces en Porque fuimos, la segunda canción de la noche, como una “una reivindicación de la memoria, pero no como nostalgia, ni idealizando el pasado, si no de construir una identidad propia que reconozca las deudas que tenemos con él, que nos ayude a construir un futuro mejor”.

Y antes de cantar uno sus himnos, Vértigo, el Ismael más sincero, que asegura que escribe como todo cantautor “porque es un niño asustado, que necesita sentirse querido”. Pero también para tener esperanzas “no con la convicción de que las cosas saldrán bien, si no de la necesidad de que las cosas tengan sentido”. A esta altura ya había algo totalmente claro: Ismael tiene las canciones más sinceras.

 

 

La esencia más pura

 Se apagan las luces y se encienden los aplausos y de golpe “algo te eriza la piel” como cuando supimos que cuando supimos que el cantor y la periodista tuvieron un “rescate del naufragio” o pasado en común. De golpe el diálogo fue más personal, con humor, con dichos fuera de micrófono y con temas hablados a corazón abierto. La gente igual que ellos dos, fue armando la historia desde allí con cada canción poniéndole sus toques personales. Por ejemplo, en Soltar, la canción perfecta para una ruptura; o conmoviéndose ante un Ismael que volvió a sus primeros recorridos en bares cantando versiones, con Alfonsina y el mar.

Luego Ismael haría un anuncio inesperado que causaría conmoción, el de dejar la música, para que ella dejase de lado el profesionalismo y desde allí fuese una más del público, para dejarse llevar con Vine del Norte, Cállate y baila o Pequeña criatura, esa declaración de deseos que se tiene que cantar bien cerquita, al lado. Y de golpe todos y todas fuimos ella, cuando le dijo: “Muchos necesitamos de tus canciones. Gracias por estar con nosotros”, para “poder soplar sobre las heridas” callando el ruido, entendiendo que aún nos queda la esperanza. Para cantarla a gritos, o despacito, cerca del oído a quienes recién están caminando por el mundo “trayendo algo de luz al laberinto”, como una hija que siempre está “saltando como loca en cada charco, librándome del miedo y sus candados”.

 

Pones canciones tristes para sentirte mejor

Un guiño a estos tiempos hace que la noche cumpla lo que se sabe: los conciertos del vallecano son largos, pero no son tediosos. “Cuánto hemos llorado, qué bien que la pasamos” dice y se ríe. Y todos ríen, después de dos años de pandemia, cuando Sandra, le dice que se deben quedar en el estudio por un sospechoso caso de Covid. Eso que a Ismael lo llevó a terminar de grabar el disco que vino a presentar, a preparar esta gira, pero también a pensar el mundo, con una vocación de futuro.

La primera que despierta fue la última canción de su último disco y la confirmación de que vendrían las canciones antiguas, más festejadas, pero con la advertencia de que en ellas no “echamos de menos al autor que fue, si no a quienes éramos nosotros al escuchar esas canciones”. Por eso para suavizar esa verdad, un tanto cruel, es que se calzó la guitarra, pero “no para pensar que todo tiempo pasado fue mejor, si no como un andamio para restaurar la memoria, con su punto máximo en Papá, cuéntame otra vez; pero no en el tono de reproche a los padres con la que lo cantaba en su juventud, si no con la intención de buscar relatos para su hija. Ya no con la intención de cambia el mundo, sino que lo hagan las nuevas generaciones, con las mujeres como exponentes de esos cambios. Más como una continuidad del legado, que como un sueño claudicado o una llama que se haya extinguido.

 

 

En esa canción, la primera que lo sacó del “anonimato”, se explicó mucho de su sostenida carrera, que después tuvieron canciones como las que siguieron en la lista como La llamada, Ven, Sin ti a mi lado, Ahora que te encuentro, Qué andarás haciendo ahora, Amores imposibles, Ana, Duermes, Útimamente… Ese momento del concierto, fue tal vez la explicación de su carrera y de que hayamos ido a verlo. La voz de Sandra le explicaba que “las canciones tristes tienen la curiosa cualidad de conectarnos con las emociones más profundas para salir indemnes de ellas, y resurgir con sensación de bienestar” y que canciones con tanta tristeza como Recuerdo “nos salvan la vida”.

Y esa canción, Papá, cuéntame otra vez, es la emoción más “como agua salada que siempre renueva a esa lágrima de lo que no pudo ser”. Escribió alguna vez Luis Alberto Spinetta un poema sobre la playa donde dice:

 

Porque la playa es un lugar de ciertos sueños
hacia donde migra la cabeza del enigma
y se hace sal el universo.
Atrás quedan las gaviotas, el agujero de las nubes.
Esas aguas se conservan entre el viento.

 

Esas aguas que se conservan en el viento son las melodías que nos rescatan del desastre, para hacernos sentirnos vivos”. De las cuales Ismael tiene tantísimas; canciones que nos enseñan a no estar solos, para levantar la mirada y volver a empezar, como se escucha en el concierto (como si en ese poema escrito en el libro “Guitarra Negra”, se explicara porque a veces la guitarra del español parece sepia y así y todo se le renuevan tantísimos colores).  Para que este mundo, duela menos; para que él saque belleza de entre los escombros, esa virtud ante tanto caos; que esas canciones son para volver a ser comunidad y poder influir en nuestras vidas; para que la melancolía pase, para salir del encierro no sólo físico, si no espiritual y cantarlas sabiéndonos vencedores; para no culpar al destino (ya nos cantó él que es la excusa más cobarde); “para que el futuro sea algo perfectamente atrasado y está todo por ocurrir”; para saber que antes de rendirnos seremos eternos y que “la vida es eterna en cinco minutos”. Esos cinco minutos en los que entran las canciones de Serrano, quien siempre quiso cambiar el mundo. Pero, por lo menos Ismael, “tú ya has cambiado el mío”.

 

 

Juan José Coronell

Periodista

@juanjosecoronell

@juanjofotos12

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