Tintabrava pasó junto a su bandón murguero por el Teatro Real, para regalar una noche llena de musicalidad, melancolía, presente y futuro rioplatense…
Tu marco de gente presente de nuevo ha venido a escucharte
Musicalidades murgueras y tangueras se juntaron para esta primera presentación de Raúl Castro, en su vuelta a Córdoba. Si bien no lo hizo con la Falta y Resto, tampoco lo hizo en soledad. Si no que tuvo, como dice el título del espectáculo, a un “bandón” acompañándolo. Andrés Lazaroff: Director musical y arreglos orquestales y corales; Martín Lazaroff: Piano; Sebastián Rey: Guitarra y coros; Diego Rodríguez: Contrabajo y producción tecnica; Verónica Rumbo: Bandoneón; Gastón Angiolini: Bombo y coros; Bruno Bukoviner: Platillos; Lucía Hazi: Redoblante; Madelen Silva: Coros y Voz solista; Orlando “Mono” Da Costa: Comediante y coros. Una especie de selección de músicos para quien se encargo de seleccionar momentos de su vida y de su participación en el carnaval más largo del mundo, casi como su estela de tablados.
Baile de máscaras fue la apertura para que con un impecable saco blanco “rascara la cáscara” y apareciera él: Raúl Castro. Y para que cantara él: Tintabrava. Es que el juego entre uno y su alter ego es el eje de este espectáculo: repasar la historia de uno de los héroes del carnaval uruguayo, del poeta devenido en murguero, Raúl; y viceversa, de murguero devenido en poeta como le dijo a su público, para que Tintabrava, comience a homenajear a los grandes como Jorge Lazaroff, Jaime Roos, Felipe Castro o “Zurdo” Bessio.
“Córdoba de mis amores y mi corazón, ustedes ni siquiera se imagina lo removedor que ha sido volver a esta ciudad, este teatro, esas caras y esos corazones” dijo Raúl antes de que comenzara a desarrollarse la historia de Tintabrava: “Luego de llevarle al comité de censura de la última dictadura militar del Uruguay las letras de la murga, en el boliche mostró a los demás una carpeta llena de tachaduras y ‘El Milonga’ le dijo: ‘Y qué querés Flaco, si andás con la tinta brava’”. Desde ahí comenzó el viaje por 50 años de letras, músicas y sensaciones.
Cantarle y contarle al pueblo
Un poema para describir una noche de tablado, desde el ensayo de la Falta y Resto hasta terminar “empachados de alegría cuando son las dos de la matina”, para tratar de entender la llama de la pasión murguera. Pero esa llama ha sido fogueada también por su amigo del alma y hermano de los escenarios “Mono” Da Costa. “Un murguista, uno más entre la gente/ Donde está la verdad/ Con la falta o sin la falta pero con el corazón” sonó en la primera gran ovación de la gente al escuchar casi como un manifiesto o una carta de presentación contundente.
Y así, con el corazón en la mano y cantando desde las entrañas, fueron sucediéndose historias -no terminadas- como la de Elena Quinteros (militante anarquista y maestra detenida y desaparecida en 1976), que fue la protagonista de la Retirada de la murga del carnaval de 1985, alertando sobre el terror “que sigue agazapado en el anonimato”; y la historia con final feliz de Mariana Zaffaroni (quien fuera apropiada en la Argentina y llevada al Uruguay junto a sus padres desaparecidos). Por ella cantó Cómo se hace una niña. Para la niña que alguna vez se le apareció a Raúl y le dijo: “Me buscaron durante 25 años y me encontraron”. En tango, se unieron las dos orillas, porque “los dos pueblos exigen saber qué ha sucedido con sus hijos e hijas que faltan encontrar” y porque “hasta el día en que se sepa, seguiremos reclamando, argentinos y uruguayos con un mismo corazón”.
Versos que surgen claros
“La murga es comedia musical política”, por eso siempre se busca una metáfora para halar de política. Por eso sonó el ácido cuplé El ciego, el sordo y el mudo o el Cuplé del deschave, para recordar que aún existen “voces altivas y sinceras”. Acompañamos a Tintabrava a “la puerta del bar, donde para la vida” y desde ahí pispeamos Las luces del Estadio Centenario, como siempre él lo ha hecho desde el club donde convivían el paraíso con libros, básquet y tablado y el infierno lleno de vicios. “En ninguno de los dos había lugar para la despedida”, por más que sonara la más hermosa de ellas. Pero faltaba lo que atraviesa a argentinos y uruguayos por igual, como el fútbol. Primero para festejar el campeonato mundial con un cuplé donde el “Mono” hizo las veces del “Dibu” Martínez de cara a un penal y después el homenaje al Maracanazo, al primer contacto de Castro con el fútbol y la explicación cantada del amor y la pasión por la redonda y lo que se siente Cuando juega Uruguay.
Nos parecemos más de lo que creemos, por eso compartimos el respeto por Don Carlos, y los aplausos cuando le cantó a Gardel o cuando contó una anécdota con Zitarrosa; nos preocupan las mismas cosas por eso cuando sabemos escuchar y tratamos de entender y no de explicar una canción como La educación, nos cala hondo; nos duele lo mismo y tenemos luchas similares, por eso nos representó “la murga Anarquía con Tatita y Viruta”, sabiendo que los borrachos tiran muchas verdades y cantan “poesías de acción directa a los cimientos de una sociedad burguesa hipócrita, en un trabajo quijotesco”. Porque Aquí están y siempre estarán los luchadores sociales, que son como flores, “que viven en las memorias de todas las esquinas”. Los que nos cantan para que la ilusión no muera. Para que la ilusión siempre tenga una estirpe murguera.
El bis fue un pedido personal de un Raúl Castro conmovido, quien le dedicó la canción a su compañera Natalia, madre de sus dos hijos menores que partió hace dos años y que fue la canción que le dedicó cuando la conoció en el Teatro San Martín: La Colombina, para “que no se apaguen las bombitas amarillas y que no se vaya nunca más la retirada”. Y por ese instante se sintió eso de lo que dijo el cantautor: “Ella no está físicamente conmigo, pero hoy está acá”.
Al final de la noche, cuando los músicos pasaron saludando entre el pasillo del teatro y un señor con la camiseta uruguaya bailaba y disfrutaba como pocos, al mirarlo a Raúl Castro, repetíamos esa parte de La Colombina. No queríamos que se vaya la retirada, pero también entendimos que era necesaria, pero sobre todas las cosas que ese tipo de pelo largo, ese flaco que le puso canciones a la murga y redoblantes con platillos a sus letras; ese tipo que “dice y no grita”, que va dejando “farolitos de lindos colores”; que va “arrableando la vida”, que se hace llamar Tintabrava se va, pero siempre volverá.